Dori Rico y Clara Sahagún
"Yo empecé a los seis años en la escuela, iba a cumplir diez cuando lo tuve que dejar para cuidar a unos niños porque mi padre falleció.
La maestra se llamaba Elisa; no teníamos calefacción así que llevábamos una lata con unas ascuas que si andaba aire me quemaba la bata.
Nos daban leche en polvo, a mí me gustaba poco.
Aprendí con la enciclopedia Álvarez en la que venía de todo. La pizarra y un cachito de pizarrín y el estuche era la caja anguila que nos echaban los Reyes. Lo que más me gustaba era la tabla y decir los ríos.
He sido muy feliz".
Dori Rico
"Empecé mi andadura escolar con seis años. De las primeras lecciones se ocupó la maestra doña Carmen, una mujer con poco sentido del humor, siempre trajeada y con un aspecto impecable, de familia acaudalada, no tenía relaciones sociales más que las justas.
Asistíamos mañana y tarde a las clases, una tarea de la tarde era la costura a la que yo era poco aficionada y, por tanto, de vez en cuando se me olvidada llevar la tarea. Doña Carmen me mandaba de vuelta a casa a por ella y siempre me decía: “mientras vas y vienes no falta gente en el camino”.
En aquellos años era bastante común el maltrato. En mi clase existía el “pelotón de las torpes” donde ibas a parar cuando algo no sabías, era un rincón y mirábamos la pared. Recuerdo que pasábamos todos los días por la mesa de la maestra y si preguntaba algo que no sabíamos nos recompensaba con pellizcos en las nalgas, ninguna usábamos pantalones.
Aprender aprendí, leía todo lo que caía en mis manos.
Doña Carmen hablaba de la isla Graciosa y durante mucho tiempo no volví a oír ese nombre, existía allá en las Canarias".
Clara Sahagún
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