ALUMNO DE ACCESO LA UNIVERSIDAD MAYORES 25 Y 45 AÑOS
VIÑETA DE PORTADA:
Vidal Muñoz Martín
Las sartenes, que son el alma y espíritu de las cocinas, se rebelan contra su destino y exigen buenos fregaderos donde lavar sus retaguardias, porque ni milenials ni adultos en prácticas les proporcionan ese placer.
Más abajo, donde sólo miran los gatos, las baldosas, adornadas con las formas abstractas que dibujan las pisadas sobre restos de agua y comida, se han puesto de moda y sueñan con exponerse en algún museo de arte moderno.
El salón, esa estancia otrora amable y acogedora, se ha convertido en un cajón de sastre, en donde lo mismo se encuentra un portátil, una maleta abierta a medio deshacer, un balón de fútbol, una guitarra con menos cuerdas de las habituales o restos de comida en diferentes formatos y envases junto al mando de una Xbox con los cables llenos de restos de mostaza, ketchup y mahonesa.
Allá lejos, un espejo empañado, una toalla usada, ropa sucia y una alfombrilla, todo ello por el suelo, conforman un paisaje lunar ajeno a cualquier orden terrestre reconocible, hubiera servido como escenario de una película de ciencia ficción en el que aterrizara una nave espacial.
Cubículo, cueva, estancia, quely.
Las moradas de los jóvenes son tan incomprensibles como los cuadros de Pollock, tan inaccesibles como los restaurantes a un indigente y tan inquietantes como una novela de George Orwell
Con la tecnología como bandera y el caos organizativo, ha nacido una nueva clase social que es ajena a los parámetros habituales para los que ostentan el orden, el poder y las buenas formas.
Estos nuevos hippies, con su estética cuidadamente descuidada, de ropa rota con glamour y comprada a distancia y a precios de alta costura, que no se interesan por la vieja política de partidos, que se dejan llevar por teorías conspiranoicas, que pasan de la televisión y navegaban sin rumbo fijo por las redes sociales, están colonizando este nuevo siglo y parecen querer arrasar con cualquier vestigio del antiguo régimen, el de la transición, el de una democracia que los ha defraudado y en la que ya no creen, el del rock and Roll, el del cine a oscuras y con palomitas.
La nueva clase social, que ni es clase, ni es social porque no se siente representada por nada ni por nadie, no tiene ídolos ni referentes en los que mirarse.
Su religión es la vida al momento, los videojuegos, los memes en las redes sociales y el ' por qué hacerlo hoy si puedes hacerlo mañana'.
Como diría Bob Dylan, “Los tiempos están cambiando”.
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